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MICROPLÁSTICOS: MÁS CERCA DE LO QUE CREES

publicado por LAURA MARIN el
imagen desde debajo de la superficie del mar donde se ven pequeñas partículas de plástico llamadas microplásticos

Todos hemos visto imágenes de animales sufriendo la invasión de restos plásticos en sus hábitats. Tortugas atrapadas en los agrupadores plásticos de latas, focas o gaviotas enredadas en bolsas de supermercado o entre amasijos de redes de pesca abandonadas. Tenemos claro el problema que generan estos materiales, las consecuencias de su abandono o su mala gestión como residuos. Cada vez somos más las personas que cambiamos nuestros hábitos de consumo para colaborar en la solución a este problema.

Menos conocidos son los microplásticos que, al escapar de nuestra vista, pasan aparentemente desapercibidos y, sin embargo, los tenemos hasta en la sopa, y no es una metáfora.

Los microplásticos son pequeñas piezas, partículas y/o fibras de material plástico. Aunque el tamaño no está definido, en general se consideran microplásticos cuando su diámetro es inferior a 5 milímetros, por lo que muchas veces no los distinguimos a simple vista (también se habla de los nanoplásticos en el caso de los más pequeños).

Estas partículas se pueden dividir en dos categorías según su origen, primarios y secundarios.

Los primeros, se fabrican intencionadamente de un determinado tamaño (granulados, polvos y abrasivos domésticos e industriales). Hay muchos productos de higiene personal que contienen pequeñas esferas de plástico, como cremas exfoliantes o pastas de dientes. Según datos del Parlamento Europeo, los primarios representan entre el 15% y el 31% de todos los microplásticos que se pueden encontrar en los océanos y el 35% de éstos, provienen del lavado de ropa sintética. Los que son agregados intencionadamente en productos de cuidado personal suponen alrededor del 2%.

Los secundarios, provienen de la degradación de materiales más grandes, como bolsas de plástico, embalajes de alimentos, botellas, cuerdas... se fragmentan en pequeñas partículas a medida que son expuestos a la luz solar y otros factores ambientales como el viento, corrientes o la acción de las olas. También provienen de emisiones de estos materiales durante el transporte terrestre (como la abrasión producida por los automóviles en movimiento). Se estima que estos representan entre el 69% y el 81% de los microplásticos que se encuentran en los océanos.

Según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), las áreas particularmente afectadas por la presencia de microplásticos en el planeta son: el mar Mediterráneo, los mares del Este y el Sureste Asiático y las zonas de convergencia ecuatorial al norte del Atlántico y del Pacífico.

Los microplásticos además de tener un impacto medio ambiental, pueden tener un impacto significativo en la salud de los seres vivos. Contienen una mezcla de productos químicos añadidos durante su fabricación que se filtran en el ambiente. Además, absorben eficazmente sustancias tóxicas presentes en el medio marino como los contaminantes orgánicos persistentes (conocidos como COP, o POPs en inglés, sustancias químicas altamente tóxicas, resistentes a la degradación y que se incorporan en los tejidos de los seres vivos).

Desde la década de los 60, existen pruebas documentales de especies animales que han ingerido plástico, tanto aves como especies marinas, encontrándose microplásticos en los sistemas digestivos de diferentes tipos de peces, crustáceos (mejillones, almejas, gambas...), aves y mamíferos marinos. Según los estudios, se ha observado que más de 220 especies diferentes ingieren desechos microplásticos en condiciones naturales. Excluyendo a aves, tortugas y mamíferos, el 55% de ellos son especies que tienen importancia comercial, es decir, animales que a través de la pesca llegan a la cadena alimenticia de los seres humanos.

Los microplásticos se han encontrado en diversos alimentos que consumimos, como cerveza, miel y sal de mesa. Sin embargo, la mayoría de los estudios científicos existentes tratan de su presencia en mariscos, convirtiéndolos en la fuente mejor conocida de microplásticos a los cuales se expone el ser humano. A pesar de que los filetes de pescado y los peces grandes son dos de los productos más consumidos de la pesca, estos no constituyen las fuentes más probables o significativas de microplásticos, dado que no se suelen consumir los intestinos de los mismos, donde se encuentra la mayoría de estas partículas.

Las pequeñas especies de peces, los crustáceos y los moluscos que se consumen enteros, sin eliminar los intestinos, representan la principal fuente de preocupación con respecto a la exposición a microplásticos a través del consumo de productos pesqueros y acuícolas.

La realidad es que los microplásticos están en prácticamente todo: como hemos comentado en la sal, la cerveza, la miel, pero también en las frutas, verduras frescas y el agua potable.

Las partículas transportadas por el aire pueden dar la vuelta al globo en cuestión de días y caer del cielo como una lluvia. Y por tanto entran en nuestros cuerpos a través de la respiración. Un equipo de la Universidad de Plymouth, en el Reino Unido, decidió comparar la amenaza de comer mejillones silvestres contaminados en Escocia, con la de respirar el aire de una casa típica. Su conclusión: la gente ingerirá más plástico al inhalar o ingerir diminutas fibras de plástico invisibles que flotan en el aire a su alrededor (fibras desprendidas por su propia ropa, alfombras y tapicería) que al comer los mejillones.

Un equipo de investigadores italianos publicó un estudio en 2022 asombroso para muchos:   analizaron muestras de leche materna de 34 madres sanas, todas tomadas exactamente una semana después del parto. Detectaron microplásticos en el 75% de las muestras de leche materna.

Lo que os decía, microplásticos hasta en la sopa. Son una realidad, no solo en los lejanos océanos y animales con los que a algunos les cuesta identificarse. Están en nuestro día a día, se introducen en nuestros cuerpos al respirar, beber y comer.

La investigación sobre los posibles efectos negativos de los microplásticos en la salud humana está en sus primeras etapas. Faltan estudios científicos de mayor alcance que puedan llegar a claras conclusiones sobre la repercusión de estas partículas en nuestra salud, pero estudios preliminares sugieren que podrían tener efectos negativos al actuar como vectores que transportan sustancias tóxicas a través del cuerpo. Como hemos comentado, pueden contener aditivos químicos que se utilizan en la fabricación de plásticos, como los ftalatos y los bisfenoles con efectos negativos en la salud de los seres vivos y, específicamente, los seres humanos. Además, al ser inhalados, pueden penetrar en los pulmones y otros tejidos del cuerpo y causar inflamación y otros efectos adversos.

Aunque aún se necesita más investigación para comprender plenamente los efectos de los microplásticos en nuestra salud, estos hallazgos sugieren que la exposición a estas partículas es un problema potencialmente importante que debe ser abordado.

Se necesita apoyar y fomentar estas investigaciones, así como tratar de reducir el uso de plásticos de un solo uso, buscar alternativas y reservar ese material para usos indispensables. Por supuesto impulsar el reciclaje y desecho adecuado, unido a la innovación tecnológica para desarrollar alternativas sostenibles a los productos plásticos, como materiales biodegradables y compostables, impulsando el uso de tecnologías de producción más limpias y sostenibles.

Nosotros, los consumidores, tenemos un papel fundamental, apostando por el cambio de hábitos diarios, confiando en materiales y empresas que crean mejores opciones, siendo, en definitiva, generadores de un cambio significativo.

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